La meritocracia es un sistema por medio del cual el aparato burocrático de un Estado, es decir los funcionarios estatales, son seleccionados para sus cargos de acuerdo con su capacidad. En dicho sistema no existe discriminación por sexo, raza, posición social, patrimonio económico o filiación política. Por desgracia, la bendita herencia cultural que se recibe del medio familiar y educativo hace en la práctica imposible la igualdad de oportunidades y en consecuencia, la teórica justicia del sistema pierde valor, de tal suerte que las élites económicas, sociales y políticas tienen entonces, una notable diferencia de oportunidades a su favor con relación al resto.
Por estos días el gobierno de Juan Manuel Santos anuncia con bombos y platillos que apelará a unos filtros para seleccionar altos cargos oficiales y adoptará un supuesto sistema meritocrático utilizando cinco firmas consultoras en talento humano para la selección de esas plazas. Los aspirantes, por supuesto, tendrán que someterse a un riguroso proceso selectivo realizado por el Departamento Administrativo de la Función pública.
Por desgracia el sector privado y el sector público no funcionan de la misma manera. Por eso, aunque da la impresión de ser un buen paso para alejarse del clientelismo y las preferencias, las dudas no se hacen esperar: De esos presuntos filtros, ¿Cuál será el primero? Si ese primer filtro sigue siendo la “calidad” o el “mérito” de ser amigo del caudillo o de los mangoneadores dirigentes políticos de turno, los otros tamices se transformarían en innecesario adorno.
No es por molestar, pero mientras en la política se reciban auxilios para las campañas habrá que seguir pagando con favores políticos llámense contratos o puestos. A uno le entra la duda y pensaría que a esas firmas consultoras las eligen ya arregladas, buscando favorecer a cierta corriente o color políticos. Ojalá se cumpla, porque Uribe dijo lo mismo y terminó en lo mismo (corrupción al por mayor) y hoy sólo se investiga por encimita los casos más notables: Notarias, traslado de presupuestos a las pirámides, etc.)
¿Será verdad tanta belleza y se acaba el roscograma y la repartija del ponqué? entonces, sería el primer coletazo de la famosa unidad nacional que no fue otra cosa que un intento de Santos, quien no tenía votos propios, de reemplazar el principal instrumento uribista -el populismo- con más clientelismo.
Por estos días el gobierno de Juan Manuel Santos anuncia con bombos y platillos que apelará a unos filtros para seleccionar altos cargos oficiales y adoptará un supuesto sistema meritocrático utilizando cinco firmas consultoras en talento humano para la selección de esas plazas. Los aspirantes, por supuesto, tendrán que someterse a un riguroso proceso selectivo realizado por el Departamento Administrativo de la Función pública.
Por desgracia el sector privado y el sector público no funcionan de la misma manera. Por eso, aunque da la impresión de ser un buen paso para alejarse del clientelismo y las preferencias, las dudas no se hacen esperar: De esos presuntos filtros, ¿Cuál será el primero? Si ese primer filtro sigue siendo la “calidad” o el “mérito” de ser amigo del caudillo o de los mangoneadores dirigentes políticos de turno, los otros tamices se transformarían en innecesario adorno.
No es por molestar, pero mientras en la política se reciban auxilios para las campañas habrá que seguir pagando con favores políticos llámense contratos o puestos. A uno le entra la duda y pensaría que a esas firmas consultoras las eligen ya arregladas, buscando favorecer a cierta corriente o color políticos. Ojalá se cumpla, porque Uribe dijo lo mismo y terminó en lo mismo (corrupción al por mayor) y hoy sólo se investiga por encimita los casos más notables: Notarias, traslado de presupuestos a las pirámides, etc.)
¿Será verdad tanta belleza y se acaba el roscograma y la repartija del ponqué? entonces, sería el primer coletazo de la famosa unidad nacional que no fue otra cosa que un intento de Santos, quien no tenía votos propios, de reemplazar el principal instrumento uribista -el populismo- con más clientelismo.