Juan Pablo II en su encíclica Laborem excersens dice que el trabajo es en sí, “una realidad exclusiva de la persona humana” (ni Dios (que actúa) ni la naturaleza ni la máquina trabajan). El trabajo, sostienen algunos filósofos y sociólogos, explica la dignidad del hombre pues posibilita la perfección ontológica a la que está llamado el ser humano. Por tal razón -aseveran- el hombre, necesita trabajar, indefectiblemente. El trabajo no es accidental sino consustancial al existir de los humanos.
Como dice el viejo adagio “el trabajo dignifica”. Esta aseveración es totalmente cierta ya que realizando una labor podemos desarrollar nuestro intelecto y nuestras habilidades tanto físicas como mentales.
Hasta ahí las ponderaciones al trabajo, a la actividad laboral del hombre. Pero ¿Se respetan estas consideraciones? Sin duda que no, porque hoy en Colombia nos hemos acostumbrado, sin que al Gobierno parezca inmutarle, a tener altas tasas de desempleo. Los desempleados, sus familias y allegados son en general los únicos que sufren en silencio su tragedia.
En Colombia el desempleo está disfrazado de informalidad, del famoso rebusque. Un 15 por ciento de colombianos, hombres y mujeres en edad de trabajar, integra ese grupo humano que dicen está dedicado a la informalidad, es decir, trabajadores sin tipo alguno de seguridad social o estabilidad laboral. Además de ellos, existen los desempleados, que suman un alto número de personas. Imposible calificar tan incontrovertible realidad como un éxito de este gobierno, el cual aspira con su candidato incondicional a mantener sus desfavorables políticas generales puestas en marcha en los 8 años anteriores. Evidentemente que no. Para millones de colombianos eso es vergonzoso.
Es incuestionable que un escaso número de connacionales trabaja bajo alguna modalidad contractual, pero la mayoría ligada a contratos a término fijo y bajo la forma de salario integral. De ellos, unos pocos devengan el salario mínimo. Muchos laboran por fuera de la legalidad y su mensualidad ni siquiera alcanza a esa ínfima suma de dinero.
Muchos compatriotas, la inmensa mayoría, a pesar de batirse toda la vida tras unos pesitos para poder mantener su supervivencia y la de los suyos, al final de su edad productiva no podrán jubilarse pues las inamovibles normas establecidas por los últimos gobiernos colombianos se lo impiden. Por todo lo anterior ¿No es una desfachatez la celebración del Día del trabajo?
Como dice el viejo adagio “el trabajo dignifica”. Esta aseveración es totalmente cierta ya que realizando una labor podemos desarrollar nuestro intelecto y nuestras habilidades tanto físicas como mentales.
Hasta ahí las ponderaciones al trabajo, a la actividad laboral del hombre. Pero ¿Se respetan estas consideraciones? Sin duda que no, porque hoy en Colombia nos hemos acostumbrado, sin que al Gobierno parezca inmutarle, a tener altas tasas de desempleo. Los desempleados, sus familias y allegados son en general los únicos que sufren en silencio su tragedia.
En Colombia el desempleo está disfrazado de informalidad, del famoso rebusque. Un 15 por ciento de colombianos, hombres y mujeres en edad de trabajar, integra ese grupo humano que dicen está dedicado a la informalidad, es decir, trabajadores sin tipo alguno de seguridad social o estabilidad laboral. Además de ellos, existen los desempleados, que suman un alto número de personas. Imposible calificar tan incontrovertible realidad como un éxito de este gobierno, el cual aspira con su candidato incondicional a mantener sus desfavorables políticas generales puestas en marcha en los 8 años anteriores. Evidentemente que no. Para millones de colombianos eso es vergonzoso.
Es incuestionable que un escaso número de connacionales trabaja bajo alguna modalidad contractual, pero la mayoría ligada a contratos a término fijo y bajo la forma de salario integral. De ellos, unos pocos devengan el salario mínimo. Muchos laboran por fuera de la legalidad y su mensualidad ni siquiera alcanza a esa ínfima suma de dinero.
Muchos compatriotas, la inmensa mayoría, a pesar de batirse toda la vida tras unos pesitos para poder mantener su supervivencia y la de los suyos, al final de su edad productiva no podrán jubilarse pues las inamovibles normas establecidas por los últimos gobiernos colombianos se lo impiden. Por todo lo anterior ¿No es una desfachatez la celebración del Día del trabajo?