La corrupción, un cáncer casi incurable

La corrupción es ese cáncer que nos agobia sin piedad; es el uso indebido del poder que tienen algunas personas, derivado de los empleos que desempeñan ya sea en el nivel gubernamental como en el privado, y como consecuencia de ello obtienen exorbitantes beneficios personales, generalmente de tipo económico, para sí o para terceras personas. La corrupción en Colombia es la causa de la baja credibilidad de los ciudadanos en sus instituciones y en sus dirigentes; lo cual conlleva, además, que los resultados de la administración se afecten negativamente como consecuencia de la misma, y las obras públicas que se entregan a la ciudadanía no son las que ella espera en términos de calidad y de conveniencia.
Colombia ha sufrido los flagelos que genera la corrupción, pero a diferencia de otros escenarios, se han presentado algunas particularidades que terminaron agravando la situación. Una larga convivencia con el narcotráfico y el afán por el enriquecimiento fácil, se convirtieron en la medida y en la forma de ascenso social; el narcotráfico permeó a la sociedad ampliamente, a la política, a la economía, a la agricultura, al deporte…
Sin embargo, nadie en el Estado colombiano ha podido entender la manera de enfrentar definitivamente ese flagelo que se lleva más de 4 millones de millones de pesos al año, según los cálculos más benévolos. Plata que sale de los bolsillos de los contribuyentes, no para obras de desarrollo ni para mejorarles las condiciones a los más necesitados, sino para engordarles las cuentas bancarias a gran parte de la clase política y a los contratistas que le siguen el juego. Es que con el anuncio del presidente Uribe de conformar un grupo especial de la Policía para luchar especialmente contra el cáncer de la corrupción, se demuestra que simplemente es un simple pañito de agua tibia para una enfermedad que carcome a la sociedad colombiana y de paso una cortina de humo del Gobierno, para paliar el gran escándalo que ha suscitado el ya archifamoso Agro Ingreso Seguro; el cual ha llevado a que las grandes cifras de aceptación del Gobierno, hayan disminuido sensiblemente.
De hecho, la mayor dificultad por la que atraviesa Colombia no está en detectar las toneladas de fraudes que a diario se cometen contra el erario, sino en la falta absoluta de justicia. En su inoperancia, en su incapacidad total de procesar a los corruptos y llevarlos a la cárcel como exigen las circunstancias.