CONJETURAS OTRA NAVIDAD

La navidad es, sin duda, la época del año preferida por todos. Tiene un encanto que nadie puede resistir; posee unos rituales seductores: Los adornos de la casa, el pesebre, el árbol de navidad, un pino escarchado y perfectamente alumbrado, que aunque no es de estos trópicos ya se ha entronizado en estas cálidas tierras; deliciosos manjares, un fofo Papá Noel que también proviene del frío pero que igualmente se ha establecido en la zona tórrida, pretendiendo usurpar al tierno Niño Dios, producto del descarado consumismo mercantil; escuchamos durante toda esta época música alegre y agradable y tiernos villancicos, salvo ese melodramático “Mamá dónde están los juguetes”, que cada año pone tristes a muchos niños, e incluso a algunos adultos. Pero por sobre todo, hay buen ambiente, alegría, felicidad y risa. Esta vez, sin embargo, se ha tornado en dolor, desolación y tristeza por efectos de esta tragedia invernal que debe sobrecogernos a todos.
Siempre, la navidad ha sido una época de encuentro. Muchos familiares retornan cada año al hogar nativo y su regreso se hace cada año más placentero. Por todo lo anterior, siempre se ha dicho que la navidad es tiempo de reunión, de familia, de perdón, de reconciliación.
Sin embargo, hay varios aspectos que en cierta forma estropean esta época tan querida: En primer término la estruendosa pólvora, encendida muchas veces por unos adultos idiotas jugando a ser niños traviesos; igualmente, la estridencia de muchos equipos de sonido, colocados en las puertas de algunas casas, unos frente a otros, lo cual hace imposible apreciar la música. Del mismo modo, las locuras de irresponsables motociclistas que después de las 12 de la noche, especialmente el 24 y 31 de diciembre, se toman por asalto y sin miramiento las calles de la ciudad. De la misma manera, el tradicional desfile de los años viejos, antaño bella parada cultural de Buga, hoy convertido en el festejo de la patanería y el irrespeto. Y qué decir de la insufrible tortura en que se ha convertido la compra y entrega de regalos, en una época económicamente difícil para casi todos.
De otra parte, es frágil la línea que separa la paz de la violencia, y la gente no hace nada por evitar que la Navidad se convierta en un período desagradable. Es casi seguro que todos anhelaríamos unas fiestas más cristianizadas, más sencillas, menos consumistas y violentas, más sentimentales... Cada año, el desencanto que experimentamos es mayor que el anterior, porque cada vez, nos estamos volviendo más superficiales, más prosaicos en una época en que, cuando fuimos niños la anhelábamos fervientemente; sin embargo, hoy ya adultos y veteranos, se nos está convirtiendo en un melancólico inventario de mustias impresiones y recuerdos. Pero principalmente, la navidad de este 2010 es insólita e infausta, porque nos sobrecoge el alma el saber que en estos momentos hay tantos compatriotas que lo perdieron todo y padecen las angustias de un porvenir incierto, por haber sufrido la crudeza de este invierno aciago.
Pero, de todas maneras, que Dios nos bendiga a todos y que pasen, mis amables lectores, cualquiera sea la consideración que tengan sobre esta época, una FELIZ NAVIDAD y ventura y prosperidad para el nuevo año.