CONJETURAS ¿VIVIMOS EN UNA PLUTOCRACIA?

El célebre mandatario norteamericano Abraham Lincoln sostenía que la democracia era el gobierno del pueblo y para el pueblo, con lo cual el histórico presidente hacía una específica distinción semántica con la plutocracia, que es el gobierno de los ricos para los ricos.
Aplicando lo anterior a Colombia encontramos que el gobierno del presidente Uribe a pesar de recibir el apoyo mayoritario de la gente más pobre del país, trabaja casi que con exclusividad para defender el interés de los más ricos; por ejemplo, este gobierno otorga considerables exenciones tributarias a empresarios, banqueros, exportadores, dueños de zonas francas, etc., en contraste por ejemplo, con su política de austeridad con la salud del pueblo, todo lo cual nos ubica indiscutiblemente en una auténtica plutocracia. Otro ejemplo abrumador se da con las nefastas políticas agropecuarias, que nos llevaron a conocer la inmoralidad de experiencias censurables e inicuas como esas del Agro Ingreso Seguro y la Hacienda Carimagua.
Pero la gota que rebosa la copa se presenta cuando nuestro presidente anunció recientemente la entrega en concesión de las playas del país, empezando por las de Cartagena, solicitadas por los magnates empresarios hoteleros de Cotelco- Bolívar.
"Cartagena, brazo de agarena, canto de sirena, que se hizo ciudad / mi sonoro, cofrecito de oro, reliquia y tesoro de la antigüedad…" y numerosos versos como éste ha recibido el "Corralito de Piedra" para exaltar su belleza y señorío. Pero tan refinado lirismo no puede esconder la cruda realidad de Cartagena, una de las ciudades con más desigualdades en Colombia. Cerca del 75% de su población merodea entre la indigencia y la pobreza, víctima de este modelo económico que nos rige, modelo que genera un innegable desempleo estructural; el cual lleva a la inmensa mayoría de los cartageneros a la informalidad, a la famosa industria del rebusque, principalmente en esas riberas marinas.
Con el absurdo pretexto de limpiar las playas, prohibirán el acceso a esa masa inmensa que subsiste con esa informalidad laboral, vedándoseles de paso a los propios cartageneros el ingreso al disfrute de su mar, a su recreación, pues pronto se cobrará por la admisión a ellas.
No queda duda entonces que son unos pocos acaudalados quienes en Colombia disfrutan las mieles de este gobierno.
El pueblo colombiano debe oponerse firmemente en las urnas a que cambie este estado de cosas y a que no continúen feriando los recursos naturales en beneficio de unos pocos.