Conjeturas

Colombia y la soberanía alimentaria
Desde niño siempre escuché, como si se tratara de un eterno lugar común, que nuestro país era inmensamente rico: que sus suelos fértiles, que sus aguas abundantes, que su variado clima, etc. Pero si ello fuera así, pensaba yo, ¿por qué entonces continuamos siendo tan pobres? Y de contera, para reafirmar tan colosal contrasentido, cada vez que asume el poder un nuevo presidente, en sus kilométricos discursos de posesión proclama ambiciosos planes de gobierno, lo cual le hace creer a uno que el país dejará de ser tan menesteroso y pasará a convertirse casi que en potencia. Pero no. Seguimos en las mismas, incluyendo en esta breve observación al actual gobierno.
Colombia, al igual que los demás países latinoamericanos siempre ha sufrido de un atraso histórico y casi invencible, forjado en centurias de expoliación y de administraciones torcidas e incompetentes; ha dependido, por si fuera poco, de políticas públicas originadas en el imperio del norte, secundadas por gobiernos genuflexos.
Naturalmente que sí poseemos riqueza, pero ella está en el campo; ya que somos un país esencialmente agrícola y tenemos todos los recursos necesarios para ello: tierra cultivable, agua y mano de obra necesitada y deseosa de progresar con el fruto de su esfuerzo.
Es también imprescindible considerar que siendo el país un productor potencial de alimentos –solo usamos una cuarta parte de la tierra cultivable–, las políticas agrarias antinacionales y proterrateniente, tienen desmantelado el aparato productivo del campo. Las políticas de apertura económica indiscriminada nos llevaron en 15 años a que pasáramos de importar 600.000 toneladas de alimentos a cerca de 10 millones hoy, la mayor parte alimentos que podemos producir internamente en buenas condiciones de productividad y precio; y la política de privilegios y permisividad al poder terrateniente, incluido el narcopropietario, ha llevado a la perpetuación de relaciones económicas atrasadas que impiden el uso productivo de la mayor parte de la tierra.
Aunque se presenta este estado de desproporciones, la Constitución Política de Colombia ha establecido el derecho a la alimentación equilibrada como un derecho fundamental (Art. 44) y, en cuanto a la oferta y la producción agrícola, la Constitución establece en los Artículos 64, 65 y 66, los deberes del Estado en esta materia. La seguridad alimentaria que hasta hace relativamente poco tiempo era vista como un problema de cada país en particular, objeto de preocupación tan solo por los afectados. Sin embargo, recientemente la alimentación está siendo tratada dentro del contexto de los derechos humanos.
Por eso el concepto de la soberanía alimentaria establece que ella es el derecho de los pueblos a decidir acerca de la producción, distribución y consumo de los propios alimentos. La condición de la seguridad alimentaria es la soberanía alimentaria y por lo tanto ello presupone como necesario considerar la producción de alimentos como una necesidad social y no como un negocio.
De ahí que en los últimos tiempos ha venido quedando claro que si una nación quiere alimentar de modo constante y efectivo a sus habitantes, tiene que adelantar una política agropecuaria propia y autónoma. A escala mundial ha venido fortaleciéndose una nueva posición para combatir el hambre y asegurar los alimentos a la población la cual sustenta la seguridad alimentaria de las personas en la soberanía alimentaria de las naciones.